Cuando se piensa en la Industria de Alimentos es imposible desenfocarse de los mecanismos, metodologías, condiciones y consideraciones de trabajo que deben asumir las plantas procesadoras para asegurar la inocuidad, y calidad organoléptica y nutricional de los productos alimenticios que elaboran. Este ejercicio es muy familiar y rutinario para todo aquel profesional y empresario que desarrolla actividades en el rubro; pero sobre todo para alguien que hace el papel de cliente, final o no.
La calidad de los alimentos adquiridos es la principal preocupación tanto para el cliente final, como para un comprador o bróker, y son las empresas las que tienen toda la responsabilidad de asegurarles la misma. Esto ha impulsado la búsqueda de mecanismos que permitan a las empresas demostrar su capacidad para brindar productos de calidad, incluyendo a la inocuidad como un requisito intrínseco de todo alimento de calidad, y ganar la confianza de sus clientes.
Son las certificaciones aplicables a la Industria de Alimentos las que se erigen como las grandes protagonistas en este sector. Certificaciones un poco más sencillas de lograr como las BPM, HACCP y BPA hasta otras más exigentes como BRC, IFS, SQF, ISO 9001, ISO 22000 e FSSC 22000, pueden hacer la diferencia a la hora de hacer negocios, afianzar la confianza de los clientes finales y posicionarse en el mercado.
Es de muchos pensar que para lograr una certificación se requiere de un esfuerzo desmedido e invertir mucho dinero en la implementación sin recibir ningún beneficio a cambio, y esto es un error parcial, ¡Sí!, parcial, porque hay esfuerzo en las actividades a ejecutar, trabajos que coordinar y adecuaciones que hacer para lograr la certificación y esto demanda de tiempo (horas hombre) y dinero (infraestructura, equipos) que invertir. Sin embargo, nada es desmedido si se está bien asesorado, se cuenta con un equipo interno de trabajo bien liderado y comprometido y, por supuesto, se consideran los beneficios que se obtendrían de lograr implantar y certificar alguna de las normas mencionadas; beneficios como:
- Reducción de costos de no calidad, por haber implementado controles y reducido riesgos.
- Orden en los procesos, lo cual se traduce en eficiencia y eficacia de los mismos y, por lo tanto, en ahorro.
- Monitoreo de procesos a través de indicadores de desempeño, lo cual le permite tener mayor control y actuar anticipadamente sobre los mismos.
- Capital humano más preparado, al gestionar sus competencias con capacitaciones continuas. Un trabajador preparado es más productivo.
- El ingreso a nuevos mercados y captación de nuevos clientes. Si tiene una certificación es más atractivo para los compradores y, además de un gran producto, tiene una buena excusa y carta de presentación para decirles: CÓMPRENME, mira mi gran producto y mira mis certificaciones, es más, mira mis precios. Nadie puede resistirse a todo esto.
Y así podríamos seguir numerando una larga lista de beneficios que se obtienen por implantar y lograr una certificación en una norma internacional reconocida y avalada.
No podemos negar que su organización tendrá que realizar un esfuerzo significativo para lograr este objetivo, pero tampoco podemos negar las nuevas oportunidades de negocio y experiencia de gestión que traerá consigo.
Ahora mismo, mientras lee este artículo, alguien, tal vez su competencia, está contratando una asesoría, iniciando o ejecutando un proyecto que le permita asegurar y certificar la calidad de los productos alimenticios que brinda. Una ventaja competitiva que debe abordar para reducirla.
Ing. Bayron Dávila